domingo, 28 de marzo de 2021

El cambio de hora, ¿hora del cambio?

Mi infancia y el cambio horario

    Este año no hay fútbol base. Y el año pasado, para por estas fechas, tampoco lo había ya. No vengo aquí a contar que estamos en mitad de una pandemia, pero sí que podría aprovechar para recordar que siempre está bien ser responsable. Y a lo que voy, que me desvío. No es hasta la edad de cadetes cuando en el fútbol base se empieza a jugar algún que otro partido de domingo. Entre nosotros: jugar de domingo era una mierda. No podías ir al Cubik, ni a Tribeca Tardes y disfrutar de que estabas ‘en lista’ para pagar la mitad y tener ropero gratis. O sí, pero el míster lo sabría. Que tus padres te viesen la lengua negra cuando llegabas a casa era secundario comparado con que tu entrenador te olisquease al día siguiente. Lo primero era lo primero.

    Recuerdo que cuando nos tocaba jugar de domingo, el míster nos mandaba enviarle fotos del reloj de nuestra cocina por Whatsapp, para comprobar que estábamos frente a él y no por ahí, periqueando, en el mejor de los casos. Esa era su mayor preocupación, excepto cuando llegaba el último domingo de marzo y teníamos que jugar. En esa fecha en concreto, lo importante ya era llegar al partido, y no tanto las condiciones en que lo hiciésemos. Y es que a las dos serían las tres.

    No le preocupaba tanto que nos equivocásemos el último domingo de octubre, porque esa noche dormíamos una hora más, o teníamos una hora más de fiesta, como diría mi amiga María, que cumple años por esas fechas. Escoger lo que hacer en el único día del año con 25 horas va en función de tu personalidad. Equivocarte con la hora en octubre solo podía provocar que llegases al campo una hora antes. No había problema si lo hacías. Aprenderías para la próxima.

    Esa variación que provoca el cambio horario que delimita 'las provincias' de verano e invierno es solo un pequeño ejemplo del trastorno que supone seguir dándole caña a la cuerda de nuestros relojes dos veces al año. Pero, ¿es peor el remedio o la enfermedad? ¡Veámoslo!

Imagen: okdiario.com

El cambio horario

    Siempre que llegan estas fechas, se abre el debate entre mantener el cambio horario o eliminarlo de una vez y adquirir uno de los dos horarios –verano o invierno- para siempre. Llevamos unos cuantos años escuchando que este cambio horario es el último y que en cuanto toque volver a cambiar el horario y no lo hagamos, nos quedaremos con uno de esos dos. Pero, entonces, ¿cómo sabremos cuál es mejor?

    Podríamos equiparar esto a la llegada del VAR al fútbol. Puede que lo haga más justo, pero no va a quitarle la polémica al asunto. Veamos los beneficios y los inconvenientes de las tres opciones que tenemos sobre la mesa: mantener el cambio horario, eliminarlo y quedarnos con el horario de invierno o eliminarlo y quedarnos con el de verano.

    El cambio horario se instauró en España en el año 1973 y aunque ya había habido atisbos antes de la Guerra Civil, no fue hasta la denominada crisis del petróleo cuando decidió introducirse definitivamente en nuestro país con la idea de ahorrar energía y aprovechar, en mayor medida, la luz solar. Es precisamente ese ahorro energético el que hoy más se cuestiona. Se dice que es mínimo y más si lo comparamos con los trastornos que sufren, por el cambio de hora, las franjas de edad más vulnerables, como niños o ancianos u otros grupos, como enfermos neurológicos.

    El ahorro es, según el Instituto para la Diversificación y el Ahorro de la Energía, de 300 millones de euros, repartidos de forma desigual entre las empresas -210 millones-, principalmente las del sector secundario y terciario, y las familias -90 millones-, en lo que supondría un ahorro de 6 € por hogar.

    Sin embargo, a pesar de estos datos, tampoco es que existan informes muy concluyentes sobre el ahorro de luz y de energía en nuestro país y lo peor es que apenas están actualizados. Puede parecer que no, pero una puesta al día de los datos de ahorro energético tendría mucho que decir en un debate de este calibre, puesto que en los años en que se elaboraban este tipo de informes, a finales de los noventa, no había tantos automatismos en las empresas, como la introducción de bombillas de bajo consumo, de los sistemas de iluminación automáticos o la implantación del teletrabajo.

    Aun así, podríamos decir que el dinero que nos ahorramos cambiando la hora dos veces al año, si es que nos lo ahorramos, lo estamos pagando en trastornos parecidos a los del famoso ‘jet lag’, la descompensación horaria sufrida tras un largo viaje. Es decir, lo que para unos es una bendición –dormir una hora más-, a otros les provoca trastornos del sueño, trastornos alimenticios o de conducta durante los días sucesivos, teniendo que adaptar una serie de comportamientos que, aunque a mí, personalmente, solo me trastoquen un poco los planes del último domingo de octubre y de marzo, a otras personas les obligan a modificarlos toda esa semana contra su voluntad.

    A pesar de ello, podemos apoyarnos en las nuevas tecnologías y evitar llegar tarde –o con una hora de antelación- a nuestros planes de esos domingos. Por suerte, los móviles ya llevan interiorizado eso de que “a las dos, serán las tres” en marzo y aquello de que “a las tres, serán las dos” en octubre.

    En definitiva, parece que el Parlamento Europeo va a optar por eliminar el cambio horario. Al menos el 84% está a favor de hacerlo. O eso decía en 2019, fecha en la que dio un plazo de seis meses para que los Estados miembros se decantasen por uno de los dos horarios, el de verano o el de invierno y que, finalmente, terminó posponiéndose hasta este mismo año, 2021. España, en su línea, aún no lo ha decidido, ya que el Comité de Expertos no sacó en claro conclusiones sobre los beneficios de un horario y de otro.


Si eliminan el cambio horario, ¿con qué horario nos quedamos ahora?

    Desde 1940, España se encuentra en el mismo huso horario que el resto de países de Europa continental, a pesar de que geográficamente, le correspondería estarlo en el mismo que Reino Unido, Portugal o Marruecos.

    Como se puede apreciar en esta imagen, países como España, Francia, Bélgica u Holanda, se encuentran en el huso horario GMT+1, cuando, en realidad, lo más lógico sería que perteneciesen a la franja horaria GMT+0, y tuviesen –tuviésemos- la misma hora que nuestros vecinos portugueses o que los canarios. Es decir, geográficamente, en Madrid, París, Bruselas, Ámsterdam o Argel deberían ver la misma hora que en otras capitales como Londres, Lisboa, Dublín, Belfast o Rabat al mirar el reloj.

    Partiendo de esa premisa, deberíamos quedarnos con el horario de invierno, o lo que es lo mismo: no haber adelantado la hora ayer.

Sin embargo, La Tierra no es plana, sino esférica, y su eje de rotación tiene una inclinación de 23º, luego la forma de la línea entre el amanecer y el anochecer es oblicua. Eso quiere decir que la hora en que se haga de día o de noche no solo dependerá de si se está más al este o más al oeste, sino también de la latitud. Ejemplo:

Imagen: J. M. Martín Olalla en ResearchGate.

Si Madrid estuviese en el mismo huso horario que Londres, seguiría habiendo diferencias en las horas de salida y puesta de sol.

¿Cómo funcionaría el horario de invierno en verano?

    ¿Cómo no vamos a saber lo que es el horario de invierno? Pues no. Lo cierto es que solo lo conocemos a medias, de octubre a marzo. No lo conocemos de marzo a octubre.

    Vivir con el horario de invierno durante todo el año sería algo así como haber pasado todos nuestros inviernos en Oviedo, pero todos nuestros veranos en el Algarve portugués. Lo novedoso de tener la misma hora que Portugal durante todo el año estaría, evidentemente, en la época estival. Bueno, y en que la ya mítica frase de “una hora menos en Canarias”, dejaría de tener sentido. Pero hablemos de datos. ¿A mí, en qué me afecta este horario? Os preguntaréis.

    Tomemos, para analizar esos datos, cuatro ciudades situadas en diversas latitudes y longitudes de la geografía española: La Coruña, Sevilla, Barcelona y Oviedo. Esta última no la he puesto por trascendencia geográfica, evidentemente, sino más bien aclamación popular. Dudo que a mis lectores, ovetenses en su mayoría, les preocupe la hora en que amanecerá en Barcelona. Pero bien, ¡vamos allá!

   Al contrario de lo que tradicionalmente se piensa, la noche más corta del año no es la noche de San Juan. De hecho, no es ninguna noche en particular, y aunque las diferencias de luz entre unos días y otros sean de segundos, existen. En Oviedo, al igual que en Barcelona, el 23 de junio de 2021 será el día más largo del año, pero en La Coruña, por su parte, será el 22. Sin embargo, en Sevilla, esa señalada fecha será un día después de la hoguera. El 24 de junio será el día con más minutos de luz solar de 2021 para los hispalenses.

     Lo que esta tabla nos quiere decir es que en caso de no haber adelantado la hora anoche, todo lo que está por venir ocurriría una hora antes. Esto, que parece una obviedad, puede traer consecuencias fatales para el turismo, sector básico en la economía de nuestro país, y más en una estación como es el verano, puesto que es mucho más sencillo adaptar la hora que marque el reloj a las costumbres de todo un país, que a la inversa.

    Estaríamos hablando de que el Sol iluminaría España entre las cinco y las seis de la mañana, horas en las que la mayoría de la población NO está despierta. O, dicho con otras palabras, estaríamos derrochando una hora de Sol, ya que perderíamos una luz que sí que aprovechamos en verano, de forma generalizada, entre las nueve y las diez de la noche.


¿Cómo funcionaría el horario de verano en invierno?

    A pesar de que conocemos el horario de verano de marzo a octubre, seguimos sin conocer cómo se desenvolvería el horario de verano entre octubre y marzo, si lo tomásemos como definitivo. Y eso es preocupante ya que, de los cerca de 200 usuarios que participaron en la encuesta elaborada en mis perfiles de Twitter e Instagram, 127 (63,5%) están a favor de quedarse en el horario de verano tras eliminar el cambio de hora.

    Y digo que es preocupante por lo siguiente. Hagamos el camino inverso. Expliquemos cómo sería nuestro día a día en invierno con el horario de verano. Volvamos a tomar las mismas cuatro ciudades como referencia, pero, en esta ocasión, en el día del año que más tarde amanece. Que por cierto, tampoco es el 21 de diciembre.



Conclusiones

    Como se puede observar en la parte sombreada en amarillo, el horario de verano en invierno sería un auténtico caos. Y muy probablemente, podría asegurar con total certeza, que no más del 10% de los 127 participantes que se mostraron a favor de él en mi encuesta pensó en el horario de verano donde quizás no se desenvuelve tan bien: en invierno y al amanecer.

    Con este horario, en ciudades como La Coruña o Vigo no amanecería hasta pasadas LAS DIEZ DE LA MAÑANA. A Oviedo poco le falta para dar las diez sin luz solar. Y eso es un auténtico problema. Es un problema para los trabajadores, para los estudiantes y para la población en general.

    ¿La razón? Una hormona que segrega nuestro organismo para optimizar nuestro reloj biológico y favorecer el sueño: la melatonina.

    ¿La consecuencia? Una falta total de productividad en las horas en las que hay que rendir.

    ¿El motivo? Muy probablemente la hora de ocio que ganaríamos entre las 18:00 y las 19:00 y que, bajo mi punto de vista, en invierno no nos lleva a ningún lado.

    El problema de que con este horario exista falta de luz en horas tan tardías es que seríamos mucho menos productivos. Ejemplo: un empleado de oficina que se presente en su puesto a las ocho de la mañana en Madrid, entre noviembre y febrero, trabajará dos horas sin luz natural y con unos niveles de sueño mucho mayores que con el horario de invierno y que con el cambio horario. Para estudiantes y docentes, que también entran a sus puestos entre las 8 y las 9 de la mañana, más de lo mismo.

    Es por ello que podemos deducir que quedarse solo con el horario de verano es LA OPCIÓN MÁS DESFAVORABLE de las tres. Miren más allá de la cañita de después.

 

Horario de verano no, pero, ¿cambio horario u horario de invierno?

    Ahora bien, una vez descartada la opción de que en mi ciudad amanezca a las 10 de la mañana, dejemos que las pérdidas económicas del turismo veraniego y el 'jet lag' se peguen. Confrontemos el horario de invierno y el cambio horario. ¿Quién ganará?

    Por lo que apunta el Parlamento Europeo y el Gobierno de España, y como ya hemos comentado anteriormente, el favorito es el horario de invierno, pero:

¿Tanto altera el cambio horario?

¿Realmente supone una molestia que en verano amanezca a las 7 y no a las 6?

En verano, ¿es mejor tener una hora de luz a las 6:00 que a las 21:00?

¿Será la eliminación del cambio horario capaz de cambiar las costumbres de todo un país?

Mi apuesta es rotunda: NO.

    Quedémonos con lo mejor de cada uno de ellos. Ya lo decía el anuncio: Si juntas algo que te gusta –que amanezca pronto en invierno-, con algo que también te gusta, -que anochezca tarde en verano- te gusta mucho más.

    Pienso que a todos nos gusta que anochezca tarde en verano para disfrutar de la famosa hora dorada, tan de moda en Instagram. Pienso, también, que a todos nos disgustaría que diesen las 10 de la mañana en diciembre y no hubiese sol –o al menos luz natural-, y creo que a todos nos deprimiría por igual que se hiciese de noche a las 18:30, que a las 17:30.

Lo mejor del invierno, en invierno. Lo mejor del verano, en verano.

Yo digo sí y siempre diré sí al cambio horario.