miércoles, 28 de septiembre de 2016

Y el viejo Ford dejó de funcionar.

Como premio por el excelente trabajo que hicimos ante el Oviedo, el entrenamiento del lunes fue uno de los más amenos que recuerdo, era para ello. Pero, en el partidillo del final volviste a soltar otra de tus perlitas de las que cualquier persona medianamente detallista se acuerda cuando toda esta historia finalizó.

Quedarían unos 5 minutos de entrenamiento cuando en uno de esos momentos de intimidad entrenador-jugador me preguntaste:

"Qué, Rodri, habrá que ir cortando esto, que hay que ver a Colunga, ¿como lo ves...?"

Con "ir a ver a Colunga" se refería a ir a ver jugar a su amigo Adrián Colunga, jugador del Getafe, en el partido que venció por 1-0 al Betis, de principios de la temporada 2011-2012. Nos fuimos a casa, pero él se quedó hablando en su vestuario con la directiva del club. Yo pensé mal, tampoco quería que le echasen, y menos después de lo que había conseguido.

Al día siguiente, martes, programaste un partido amistoso de pretemporada, aunque bien metido ya en el campeonato. Sinceramente, creo que era porque estabas hasta el gorro de nosotros y no te apetecía planificar un entrenamiento para que nosotros alborotásemos. Te poníamos la cabeza como un bombo, o eso decías... Saltamos a calentar y tú no llegabas. No era normal que llegases tarde, nunca llegabas tarde y el partido iba a comenzar. Entonces Gerardo, el portero del Regional, ahora en el Lenense de Tercera División, te llamaba al móvil, pero tú no lo cogías. Él se encargó de hacer la alineación, el partido transcurrió sin problemas, pero era un día raro porque no habías avisado de que ibas a faltar. Fue tan raro que hasta metí gol.

Cayó la noche y Vallobín nos brindó una de sus preciosas puestas de sol. Salimos del vestuario y nos quedamos viendo un anochecer de finales de septiembre como quien ve morir un verano que se nos fue de las manos. Era martes y había Liga de Campeones, pero tú no pudiste ver el partido, estabas atrapado entre los hierros de tu viejo y blanco Ford. Por eso, tampoco habías podido avisar de tu ausencia en el entrenamiento, pero de todo eso nosotros no teníamos ni idea hasta el día siguiente, cuando ocurrió otra anécdota que llevo denominando "perla" todo este cuento.

Mendi y yo, llevábamos yendo juntos a clase desde los dos años, y el curso 11/12 no iba a ser menos. Sólo acababa de empezar, y como es propio de septiembre, eran comunes las pruebas de aptitud de Educación Física, entre ellas la "Course Navette", también conocida como "Prueba de los Pitidos". En ella, tus dos pupilos nos salimos, como siempre, y las palabras de Mendi quedaron bien grabadas en mi memoria:

"¡Cómo se nota el físico de la pretemporada con Diego, colega!"

Era tercera hora y a las 11:00 había recreo. Yo, como acostumbraba a hacer, me fui a la pista de baloncesto a jugar con mis compañeros de clase cuando me llamó Carmen, mi compañera de equipo.
A su pregunta sobre si me había enterado "de lo de Diego" yo respondí atónito que si le habían echado, puesto que le había visto mantener una charla con la directiva. Me negó todo y comenzó a contarme toda la historia mientras yo rompí a llorar como crío que era. No podía creerme que Diego ya no estuviese con nosotros, que no nos fuese a entrenar más, ni a reñir, ni a soltar sus frases hechas que tanta gracia nos hacían. Nunca pensé que podía odiar tanto una autopista, la rabia me inundó. El hombre más trabajador de Vallobín había comprado un billete de ida para no volver, y todo ello de la noche a la mañana.

El resto de la semana se la pueden imaginar. Esa misma tarde quedamos todo el equipo para hacer unas camisetas en su memoria. Éramos más piña que nunca, gracias en parte a Gelo, nuestro segundo entrenador, tan consternado o más que nosotros. Los entrenamientos de aquella semana habían quedado suspendidos pero nosotros subimos al campo a jugar, porque eramos amigos y él nos había unido más de lo que ya estábamos. Jugamos y jugamos hasta que Vallobín nos regaló otra de sus inmejorables puestas de sol, de esas de finales de septiembre que se llevan momentos y personas para no volverlos a traer.


El ya mítico anochecer de Vallobín.

Tras su funeral, nos prometimos a nosotros mismos, en piña de nuevo, ascender a Primera. El primer fin de semana estuvo repleto de homenajes en Vallobín. En el partido del Regional, nosotros, el equipo Cadete, colocamos una pancarta que habíamos hecho a mano para él, en las redes del recinto. Saltamos al campo junto al primer equipo y guardamos un minuto de silencio muy especial para mí por el simple hecho de haber salido de la mano de Berto, su íntimo amigo, que brindó un partidazo. Cuando vi que iba a ser él a quien se la diese, la piel se me erizó igual que a uno de los muchachos que saltan junto con sus ídolos en la Liga de Campeones. El primer equipo hizo el resto. Remontando un 1-2 en contra con magia, como siempre, en el descuento. Haciendo vibrar a Vallobín.


Momento en el que salto al campo de la mano de Berto, cabizbajo, en el C.D. Vallobín 3-2 Rayo Carbayín.

Vallobín, 2 de octubre de 2011.
La temporada seguía su curso y cuando esa semana acabó una promesa seguía presente en el vestuario 3 de Vallobín: Ascender. Pero iban pasando los partidos y los resultados no acompañaban tanto como al principio. El Llanes acabó con nuestra imbatibilidad en liga, ganándonos injustamente en el descuento, 3-2. Por su parte, el Llano 2000, de Gijón, nos pasó por encima literalmente (8-1) antes de que nos visitara el Figaredo. Vallobín no faltó a su cita con la victoria, y las gradas llenas no se perdieron cómo ganamos 4-1 bajo una tremenda granizada, en el que fuera el último partido antes de recibir un empujón que nos hizo despegar. Ese cambio de rumbo que convirtió a aquel grupo de amigos en lo que hoy conocemos como "La Generación de Ascensos".

A partir de aquel encuentro, Gelo, que tras lo acontecido se había puesto al frente del equipo, volvió a su puesto de segundo entrenador para que Abel nos echase una mano como primero. Me dolió por él y por el vínculo que tenía contigo, por las tardes y noches mano a mano, codo con codo. Pero por una parte me alegré cuando comenzaron a cosecharse buenos resultados. Me alegré por ti, porque la llegada de Abel fue la garantía necesaria para cumplir con nuestra promesa. Yo, personalmente tenía miedo de fallarte.

Fue un año de éxitos: Victoria en el Hermanos Llana, la "vendetta" al Llanes con un golazo de Matías de falta que jamás olvidaré, los casi dos años sin perder en casa... y por supuesto ese 5 de mayo, en el campo en el que me hiciste debutar. Cosas del destino en el que empecé a creer contigo, a tu lado, remando en el mismo barco, el del respeto y el trabajo.

Medio Vallobín se desplazó hasta Langreo para ver cómo le endosábamos un 0-5 a Lasaliana, en el Nuevo Ganzábal, y acabábamos ascendiendo a Primera Cadete, como habíamos dicho en la piña que hicimos a la puerta de la Parroquia de Pumarín, cuando te dimos el último adiós.

Ya saben que siempre que homenajeo a personas que ya no están aquí con nosotros me gusta hacer mención a que alguien sólo muere realmente cuando deja de ser recordado.






Y te puedo asegurar que esta generación de futbolistas del C.D. Vallobín no podrá dejar de recordarte.

Que sigas descansando en paz allá donde estés, Diego.

Vallobín no te olvida. 




En León, cinco años después de todo. 

De tu lateral derecho, que te recuerda mucho más de lo que la gente piensa.

Siempre.



martes, 27 de septiembre de 2016

El viejo Ford: La magia de Vallobín me hizo creer.

Tras el verano del 11, cambió la historia y las risas de la reciente celebración se transformaron en el sufrimiento de la pretemporada más dura de mi vida. Todo comenzó con una llamada telefónica para comprobar si contabas conmigo.

"¿Qué tal las vacaciones, bien? Estarás moreno, ¿eh? Y a mi "sí" le siguió un "Qué cabrón..."

Y a correr.

Corrimos mucho, tiramos mucho a puerta y volvimos a correr y es que, "el partido contra el Condal estaba a la vuelta de la esquina". A partir de ahí, de aquel partido, yo empecé a creer. Pero no a creer que podíamos hacer algo importante en Segunda Cadete, que también. Creí en el destino. Llamadme loco, pero creí.

Te encantaba jugar al fuera de juego, esa arma de doble filo para los pésimos árbitros de la federación. Ese "un paso, Jorge, un paso" para dejar en posición antirreglamentaria al delantero que no supiese "moverse en el alambre" dejó de funcionar cuando Jorge, el central, pasó a juveniles. Y cuando algo que haces siempre y siempre has hecho bien, no funciona, malo. El marcador de Vallobín señalaba 1-4 al descanso en el duelo de recién ascendidos Vallobín - Condal. Íbamos tres abajo en el electrónico pero no jugábamos al baloncesto, ojalá. Y si comparamos todas las broncas del año anterior con la de aquel intermedio, aquellas parecían piropos a su lado. "¡Para ganar partidos en esta categoría hay que saltar de cabeza!" Esa frase quedó grabada para siempre en un vestuario que recibió la reprimenda de su vida.

"¿Cómo vamos?" Preguntó mi padre nada más llegar a las gradas, en el descanso. "Perdemos 1-4, pero esto se remonta." Esa fue la respuesta que le dio Nachín, por entonces infantil, y la respuesta que cualquier otro "guaje" daría. Entonces saltamos al campo y el equipo espabiló. ¡Y vaya que si espabiló! Cuatro goles en cinco minutos nos pusieron por delante. Sí, leen bien, cuatro goles y cinco minutos. El Condal no daba crédito. Yo tampoco pero simplemente me limité a celebrar como pocas veces en mi vida hice.

¿Ahora entienden por qué les digo que empecé a creer? ¿Cuántas veces en su vida van a ir perdiendo 1-4 en el minuto 45 e ir ganando 5-4 en el 50? Yo se lo adelanto, una. Aquello era Vallobín y no se podía perder en casa.

En la tercera jornada de liga, también en casa, eran ya eran palabras mayores: venía el Real Oviedo. El partido se puso cuesta arriba a pesar del para mí estupendo planteamiento que habíamos trabajado durante la semana. ¿Se acuerdan de las notas al estilo José Mourinho? Las puso en práctica, pero nuestro 4-5-1 no bastaba para contener a un Oviedo desbocado, que ganaba después de enchufar una inexistente falta al borde del área (0-1) y un clarísimo penal con expulsión a nuestro portero, Pablo, que se fue sin consuelo a los vestuarios, 0-2. Pero como ya saben, aquello era Vallobín y en el fútbol se juega mejor con 10 que con 11, o eso dicen.


Plantilla del C. D. Vallobín que se enfrentó al Real Oviedo en casa.

Fila de arriba: Cris (F.), Diego (Ent.), Pablo (P), Celso, Rodri, Raúl, Mendi, Andrés (C) y Castro.
Fila de abajo: Omar Betolaza, Carmen, Pelayo, Oriol, Fran, Marco, Motta y Christian Herrera.

Vallobín, 24 de septiembre de 2011.


A mí, personalmente, me llenaba de rabia que nos estuviesen ganando por acciones a balón parado. Ellos eran el Real Oviedo, y en Vallobín si me ganas es porque me superas, no porque te dan facilidades. Tras el 0-2 en contra, cualquier equipo se hubiese resignado con aquel resultado frente una selección de jugadores como aquella, pero no era esa nuestra intención. Sacamos de centro a 5 minutos del final de la primera parte y entonces se nos encendió una bombilla, un flash de fútbol que nos iluminó para hacer una única jugada que nos metiese en el partido y que encima acabó de la forma más bonita que jamás he visto. Para mí el mejor gol de toda la historia del Vallobín. No lo podía haber metido otro que Andrés, que envió un auténtico misil tierra-escuadra para poner el 1-2 en el marcador e irnos al túnel de vestuarios con esperanzas.

La sorpresa fue al entrar en la caseta y encontrarnos a nuestro portero, Pablo, sentado en el suelo llorando como si fuese algo ilógico ir palmando contra el Real Oviedo. A sus lágrimas, tú respondiste con la frase que para mí más encaja en este puzzle, pero a la vez la que más me desconcierta:


"No llores, Pablito, que en esta vida hay cosas mucho más importantes por las que llorar".

Tras dejar esa perla en el vestuario seguiste con la charla técnica, volvimos al planteamiento del principio y entonces nuestro 4-5-1 dio sus frutos tras materializar un penal que se cobró por una mano dentro del área de los azules, aquella tarde de verde. La cosa estaba empatada y nosotros seguíamos teniendo en cuenta tus consejos.
El portero rival tratando de desconcentrar a Motta antes de que materializase el penal que pondría el empate en el marcador.
Mientras, Mendi y Raúl se colocan al rechace.

En el vestuario nos insististe en la lenta transición de balón del Oviedo, para que nos aprovechásemos de ello, pero no pudimos evitar el 2-3, que llegó desde 40 metros, no sin algo de fortuna, y es que aquel balón entró en la "jaula" después de impactar en el larguero y en la cara de Fran, el defensa central que tuvo los bemoles de ponerse los guantes de portero ante el Real, tras la expulsión de Pablo.

¿Se acuerdan de cuando empecé a creer? Había sido dos semanas antes nada más, pero la confirmación de todo aquello llegó a Vallobín en el descuento de aquel partido de locos. Conseguimos una falta lateral y obviamente subimos todos a rematar una pelota que no sé ni cómo acabó entrando, no sólo por el minuto (91) sino por el más que claro empujón al portero y sobre todo por hacer una réplica de la "Mano de Dios". Andrés de nuevo, quién si no iba a materializar 90 minutos de lucha y de carrera continua detrás de una pelota que no estuvo en nuestro poder en ninguna fase del partido... Piña y al córner.

Fran y yo volvemos a nuestro campo tras lograr el empate. Al fondo, el banquillo del Oviedo se lleva las manos a la cabeza.

Te habíamos brindado el mejor día de tu vida, o eso nos dijiste... Yo no podía alegrarme más por todo lo que tú habías trabajado y preparado el choque, pero el lunes había que volver al tajo porque tocaba visitar al Llanes Urbania...

lunes, 26 de septiembre de 2016

El viejo Ford

Nuestros caminos se unieron a finales del verano de 2009. Falto de laterales para tu equipo cadete, te habías fijado en mí para completarlo, pero no pude ir a un partido que a la postre perderíamos 1-9. Y es que cómo dolía perder en casa.

En la semana santa de 2010 no desaproveché la oportunidad y subí a reforzar a un equipo ya en descomposición, prácticamente descendido a Tercera Cadete. Se trataba de un amistoso contra otro Tercera, Los Prados, y recuerdo vuestra charla en el descanso, la tuya y la de Berto, tu gran amigo. Parece ser que aquello era lo que nos íbamos a encontrar al año siguiente. Es decir, estaban dando por hecho un descenso que se consumó un mes después. Contigo tuve la oportunidad de debutar en Segunda Cadete siendo un simple infantil y en un campo fabuloso, el Nuevo Ganzábal, contra el Langreo. Aquel nefasto año hizo que el Cadete del Vallobín cosechase una nueva goleada en contra mientras tú tomabas nota del desastre al más puro estilo José Mourinho. Todo para que no se volviera a repetir.

El curso siguiente, ya en Tercera, estuvo bien preparado y tuvo muy buenas bases desde el principio: Humildad y trabajo. Todos los fines de semana nos recordabas la alta moral que traían los equipos contra los que nos enfrentábamos por venir de jugar contra el San Juan de la Carisa, pero siempre "con todos mis respetos hacia ellos". El respeto siempre estaba presente en aquel vestuario y si no, ahí estaba el trabajo físico que cumplíamos dos entrenamientos de los tres que teníamos por semana, para recordárnoslo. Tuviste presente todas aquellas duras derrotas en casa para volver a hacer vibrar a Vallobín. Hiciste que aquel Cadete ascendiese como líder, ganando todos los partidos en casa y tan solo perdiendo uno fuera y empatando el último también lejos de nuestro campo, ya ascendidos. ¡Ascendidos, menuda excusa! (Y vaya bronca...)

Plantilla del Vallobín campeón del Grupo II de la Tercera Cadete asturiana antes del partido contra P. Marigil. (1-5)

Campo Municipal de Matalablima, 15 de mayo de 2011.

Atrás queda ya el 15 de mayo de 2011. Uno de los días en donde demostraste quiénes querías que fueran los protagonistas, nosotros. Casi no quisiste ser partícipe del año con mayores éxitos deportivos de mi corta carrera futbolística. Conseguimos los tres puntos que nos daban un ascenso como campeones de liga ante la Peña Marigil, por 1-5 y tú, el responsable de aquello, huías de toda celebración.



Obviamente, acabamos por alzarte al cielo de Matalablima.