Quedarían unos 5 minutos de entrenamiento cuando en uno de esos momentos de intimidad entrenador-jugador me preguntaste:
"Qué, Rodri, habrá que ir cortando esto, que hay que ver a Colunga, ¿como lo ves...?"
Con "ir a ver a Colunga" se refería a ir a ver jugar a su amigo Adrián Colunga, jugador del Getafe, en el partido que venció por 1-0 al Betis, de principios de la temporada 2011-2012. Nos fuimos a casa, pero él se quedó hablando en su vestuario con la directiva del club. Yo pensé mal, tampoco quería que le echasen, y menos después de lo que había conseguido.
Al día siguiente, martes, programaste un partido amistoso de pretemporada, aunque bien metido ya en el campeonato. Sinceramente, creo que era porque estabas hasta el gorro de nosotros y no te apetecía planificar un entrenamiento para que nosotros alborotásemos. Te poníamos la cabeza como un bombo, o eso decías... Saltamos a calentar y tú no llegabas. No era normal que llegases tarde, nunca llegabas tarde y el partido iba a comenzar. Entonces Gerardo, el portero del Regional, ahora en el Lenense de Tercera División, te llamaba al móvil, pero tú no lo cogías. Él se encargó de hacer la alineación, el partido transcurrió sin problemas, pero era un día raro porque no habías avisado de que ibas a faltar. Fue tan raro que hasta metí gol.
Cayó la noche y Vallobín nos brindó una de sus preciosas puestas de sol. Salimos del vestuario y nos quedamos viendo un anochecer de finales de septiembre como quien ve morir un verano que se nos fue de las manos. Era martes y había Liga de Campeones, pero tú no pudiste ver el partido, estabas atrapado entre los hierros de tu viejo y blanco Ford. Por eso, tampoco habías podido avisar de tu ausencia en el entrenamiento, pero de todo eso nosotros no teníamos ni idea hasta el día siguiente, cuando ocurrió otra anécdota que llevo denominando "perla" todo este cuento.
Mendi y yo, llevábamos yendo juntos a clase desde los dos años, y el curso 11/12 no iba a ser menos. Sólo acababa de empezar, y como es propio de septiembre, eran comunes las pruebas de aptitud de Educación Física, entre ellas la "Course Navette", también conocida como "Prueba de los Pitidos". En ella, tus dos pupilos nos salimos, como siempre, y las palabras de Mendi quedaron bien grabadas en mi memoria:
"¡Cómo se nota el físico de la pretemporada con Diego, colega!"
Era tercera hora y a las 11:00 había recreo. Yo, como acostumbraba a hacer, me fui a la pista de baloncesto a jugar con mis compañeros de clase cuando me llamó Carmen, mi compañera de equipo.
"¡Cómo se nota el físico de la pretemporada con Diego, colega!"
Era tercera hora y a las 11:00 había recreo. Yo, como acostumbraba a hacer, me fui a la pista de baloncesto a jugar con mis compañeros de clase cuando me llamó Carmen, mi compañera de equipo.
A su pregunta sobre si me había enterado "de lo de Diego" yo respondí atónito que si le habían echado, puesto que le había visto mantener una charla con la directiva. Me negó todo y comenzó a contarme toda la historia mientras yo rompí a llorar como crío que era. No podía creerme que Diego ya no estuviese con nosotros, que no nos fuese a entrenar más, ni a reñir, ni a soltar sus frases hechas que tanta gracia nos hacían. Nunca pensé que podía odiar tanto una autopista, la rabia me inundó. El hombre más trabajador de Vallobín había comprado un billete de ida para no volver, y todo ello de la noche a la mañana.
El resto de la semana se la pueden imaginar. Esa misma tarde quedamos todo el equipo para hacer unas camisetas en su memoria. Éramos más piña que nunca, gracias en parte a Gelo, nuestro segundo entrenador, tan consternado o más que nosotros. Los entrenamientos de aquella semana habían quedado suspendidos pero nosotros subimos al campo a jugar, porque eramos amigos y él nos había unido más de lo que ya estábamos. Jugamos y jugamos hasta que Vallobín nos regaló otra de sus inmejorables puestas de sol, de esas de finales de septiembre que se llevan momentos y personas para no volverlos a traer.
Tras su funeral, nos prometimos a nosotros mismos, en piña de nuevo, ascender a Primera. El primer fin de semana estuvo repleto de homenajes en Vallobín. En el partido del Regional, nosotros, el equipo Cadete, colocamos una pancarta que habíamos hecho a mano para él, en las redes del recinto. Saltamos al campo junto al primer equipo y guardamos un minuto de silencio muy especial para mí por el simple hecho de haber salido de la mano de Berto, su íntimo amigo, que brindó un partidazo. Cuando vi que iba a ser él a quien se la diese, la piel se me erizó igual que a uno de los muchachos que saltan junto con sus ídolos en la Liga de Campeones. El primer equipo hizo el resto. Remontando un 1-2 en contra con magia, como siempre, en el descuento. Haciendo vibrar a Vallobín.
La temporada seguía su curso y cuando esa semana acabó una promesa seguía presente en el vestuario 3 de Vallobín: Ascender. Pero iban pasando los partidos y los resultados no acompañaban tanto como al principio. El Llanes acabó con nuestra imbatibilidad en liga, ganándonos injustamente en el descuento, 3-2. Por su parte, el Llano 2000, de Gijón, nos pasó por encima literalmente (8-1) antes de que nos visitara el Figaredo. Vallobín no faltó a su cita con la victoria, y las gradas llenas no se perdieron cómo ganamos 4-1 bajo una tremenda granizada, en el que fuera el último partido antes de recibir un empujón que nos hizo despegar. Ese cambio de rumbo que convirtió a aquel grupo de amigos en lo que hoy conocemos como "La Generación de Ascensos".
A partir de aquel encuentro, Gelo, que tras lo acontecido se había puesto al frente del equipo, volvió a su puesto de segundo entrenador para que Abel nos echase una mano como primero. Me dolió por él y por el vínculo que tenía contigo, por las tardes y noches mano a mano, codo con codo. Pero por una parte me alegré cuando comenzaron a cosecharse buenos resultados. Me alegré por ti, porque la llegada de Abel fue la garantía necesaria para cumplir con nuestra promesa. Yo, personalmente tenía miedo de fallarte.
Fue un año de éxitos: Victoria en el Hermanos Llana, la "vendetta" al Llanes con un golazo de Matías de falta que jamás olvidaré, los casi dos años sin perder en casa... y por supuesto ese 5 de mayo, en el campo en el que me hiciste debutar. Cosas del destino en el que empecé a creer contigo, a tu lado, remando en el mismo barco, el del respeto y el trabajo.
Medio Vallobín se desplazó hasta Langreo para ver cómo le endosábamos un 0-5 a Lasaliana, en el Nuevo Ganzábal, y acabábamos ascendiendo a Primera Cadete, como habíamos dicho en la piña que hicimos a la puerta de la Parroquia de Pumarín, cuando te dimos el último adiós.
Ya saben que siempre que homenajeo a personas que ya no están aquí con nosotros me gusta hacer mención a que alguien sólo muere realmente cuando deja de ser recordado.

El resto de la semana se la pueden imaginar. Esa misma tarde quedamos todo el equipo para hacer unas camisetas en su memoria. Éramos más piña que nunca, gracias en parte a Gelo, nuestro segundo entrenador, tan consternado o más que nosotros. Los entrenamientos de aquella semana habían quedado suspendidos pero nosotros subimos al campo a jugar, porque eramos amigos y él nos había unido más de lo que ya estábamos. Jugamos y jugamos hasta que Vallobín nos regaló otra de sus inmejorables puestas de sol, de esas de finales de septiembre que se llevan momentos y personas para no volverlos a traer.
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El ya mítico anochecer de Vallobín. |
Tras su funeral, nos prometimos a nosotros mismos, en piña de nuevo, ascender a Primera. El primer fin de semana estuvo repleto de homenajes en Vallobín. En el partido del Regional, nosotros, el equipo Cadete, colocamos una pancarta que habíamos hecho a mano para él, en las redes del recinto. Saltamos al campo junto al primer equipo y guardamos un minuto de silencio muy especial para mí por el simple hecho de haber salido de la mano de Berto, su íntimo amigo, que brindó un partidazo. Cuando vi que iba a ser él a quien se la diese, la piel se me erizó igual que a uno de los muchachos que saltan junto con sus ídolos en la Liga de Campeones. El primer equipo hizo el resto. Remontando un 1-2 en contra con magia, como siempre, en el descuento. Haciendo vibrar a Vallobín.
Momento en el que salto al campo de la mano de Berto, cabizbajo, en el C.D. Vallobín 3-2 Rayo Carbayín. Vallobín, 2 de octubre de 2011. |
A partir de aquel encuentro, Gelo, que tras lo acontecido se había puesto al frente del equipo, volvió a su puesto de segundo entrenador para que Abel nos echase una mano como primero. Me dolió por él y por el vínculo que tenía contigo, por las tardes y noches mano a mano, codo con codo. Pero por una parte me alegré cuando comenzaron a cosecharse buenos resultados. Me alegré por ti, porque la llegada de Abel fue la garantía necesaria para cumplir con nuestra promesa. Yo, personalmente tenía miedo de fallarte.
Fue un año de éxitos: Victoria en el Hermanos Llana, la "vendetta" al Llanes con un golazo de Matías de falta que jamás olvidaré, los casi dos años sin perder en casa... y por supuesto ese 5 de mayo, en el campo en el que me hiciste debutar. Cosas del destino en el que empecé a creer contigo, a tu lado, remando en el mismo barco, el del respeto y el trabajo.
Medio Vallobín se desplazó hasta Langreo para ver cómo le endosábamos un 0-5 a Lasaliana, en el Nuevo Ganzábal, y acabábamos ascendiendo a Primera Cadete, como habíamos dicho en la piña que hicimos a la puerta de la Parroquia de Pumarín, cuando te dimos el último adiós.
Ya saben que siempre que homenajeo a personas que ya no están aquí con nosotros me gusta hacer mención a que alguien sólo muere realmente cuando deja de ser recordado.

Y te puedo asegurar que esta generación de futbolistas del C.D. Vallobín no podrá dejar de recordarte.
Que sigas descansando en paz allá donde estés, Diego.
Vallobín no te olvida.
En León, cinco años después de todo.
De tu lateral derecho, que te recuerda mucho más de lo que la gente piensa.
Siempre.